
Cuando el arte se convierte en un puente, sucede la transformación. Esto es lo que hemos experimentado al conectar tres mundos que, aunque distintos, comparten un mismo anhelo: habitar el territorio y la vida con dignidad. Contraste es más que un proyecto; es la unión de historias, sueños y manos que, al trabajar juntas, transforman el entorno y a sí mismas.
Si hay una palabra que define esta experiencia es reconocimiento. En cada pincelada, en cada conversación, hemos visto cómo la comunidad se mira a sí misma y a los demás con nuevos ojos, descubriendo que no están solos, que el otro es su igual, su compañero en esta travesía. La comunidad de la Colegiatura, los voluntarios de Techo y los habitantes de Nueva Jerusalén han entrelazado sus vidas para crear algo más grande que ellos mismos: un espacio donde el arte urbano no solo embellece, sino que reconcilia, sana y empodera.
Aquí, más que nunca, se ha hecho realidad el concepto “Seguimos Siendo Niños”, porque hemos sido testigos de cómo jóvenes y adultos redescubren el juego de habitar, no solo un lugar, sino sus propias historias, y cómo, al hacerlo, el territorio se convierte en un hogar lleno de posibilidades.
Trabajar juntos nos ha llenado de gratitud y nos impulsa a seguir adelante, convencidos de que la transformación real nace del reconocimiento mutuo, de la co-creación y de la convicción de que todos somos capaces de cambiar el mundo, una pincelada a la vez, una conversación a la vez, una persona a la vez.